miércoles, 11 de enero de 2012

Conflicto en el CONICET

CONICET, ejemplo de la colonialidad.

En 12 años no se había registrado con estas características, una protesta de becarios y científicos apuntando a la gestión del CONICET. Una demanda que por su intensidad anuncia un subsuelo de conflictos anticipando el agotamiento de la versión virtuosa de la actual de la política de ciencia y técnica, como no sea el incremento presupuestario destinado al sector y a la mejora indiscutible de los salarios de todos los estamentos. Aumento necesario, pero insuficiente para acordar con la política de subsidios, su distribución, programas e instrumentos, los sentidos y criterios desarrollados en los últimos años sobre la mercantilización del conocimiento o la autocelebración de Tecnópolis.
Un número superior a 350 becarios junto con un escaso conjunto de científicos se manifestaron frente a la institución, cortaron la avenida Rivadavia frente al 1917 y deliberaron por horas en dos ocasiones buscando respuestas de las autoridades del CONICET y del Ministerio que no estuvieron a la altura del discurso público oficial.
Concientes de que la política puede ser desafiada desde lo político, exigieron desde la calle -como es esperable- no solo incremento de presupuesto para ampliar el numero de becas (quedaron mas de 1600 doctores sin acceder a las becas posdoctorales o ingreso a la carrera) sino que denunciaron la manipulación de los ordenes de méritos y la falta de transparencia y arbitrariedad habilitada por la ausencia de criterios en la evaluación y proceso de selección. Pero además hubo desazón y rabia por la inaceptable discriminación política y arbitrariedad manifiesta ejercida contra algunos postulantes.
Nada de esto es nuevo en una institución que se adopto formas elitistas, se mimetizó por afinidad y vicio de origen o por oportunismo político, con el poder de turno. Tampoco ayudaron la presencia de vallas frente al CONICET con la guardia de infantería dentro de las mismas, protegiendo la entrada. El despliegue de esta estética –producto del temor que es camino al autoritarismo- nunca había sido vista en democracia en el sector de CyT , y desmiente sin pudor, la tan mentada democratización institucional.  Además deja en claro que las actuales políticas no son producto de la relación de fuerzas sino de planes claramente dibujados para sostener el “modelo”.    
Por eso un vicepresidente del directorio del CONICET distribuye entre los  investigadores del CONICET, un mail que claramente intenta disciplinar marcando los limites de la relación de estos en el debate publico de opiniones en los medios (http://andresecarrasco.blogspot.com/2011/12/carta-abierta-hay-censura-y.html). Las advertencias presentes en ese correo firmada por el Dr. Siñeriz, aparece el inicio de un disciplinamiento dirigido a cercenar la diversidad en la discusión de potenciales temas controvertidos que son la tensión del conocimiento entre la elección del camino a la emancipación y del orden regulatorio que clausura la diversidad, la solidaridad y el pensamiento critico. Por eso el directorio intenta ocluir sus errores enojándose por la denuncia de dictámenes impregnados de discriminación política sobre el postulante Daniel Harari, como aquel escandaloso dictamen del CONICET sobre la producción intelectual de Leon Rotzichner acusándolo de marxista. Por eso las autoridades pueden admitir que el ajuste en los cargos disponibles no es asunto de presupuesto sino de una política bajada del ministerio del área como forma de forzar a los nuevos doctores formados por el sector publico a salidas laborales en trabajos del sector privado. Lo afirma el programa del FONTAR-Mincyt, que dispuso 10 millones de dólares para pagar los salarios y cargas laborales a doctores que decidan –o puedan- encontrar un puesto en el sector privado. Esta estrategia fue un instrumento central en las políticas neoliberales de los 90 un claco de lo que sucedió en marzo de 1997 con el ingreso a carrera.
Cuando el discurso oficial declara que hay que “pasteurizar” la ciencia -un reduccionismo rampante en la interpretación de la historia de la ciencia- asume que restringir o transferir presupuesto al sector privado son instrumentos que dan la medida del conocimiento definido como la cantidad de bienes transables capaces de ser puestos en la góndolas del mercado. Reduccionismo de un cientificismo productivista y una anacrónica inspiración secular del salvacionismo de Augusto Comte.  
La política del conocimiento entendida como mercancía que satisfaga las necesidades de los procesos extractivos e industriales dependientes, pone otra vez la atención en  aquel exabrupto de Cavallo cuando mando a los científicos a “lavar los platos”. Vemos una continuidad con aquel momento. Al consolidarse el cientificismo productivista de los 90 (ahora con acento extractivista) la concepción cavallista también perdura en la intención de debilitar el debate universitario dando paso a emprendimientos concebidos para trasvasar recursos no solo a empresas sino a centros de investigación que adhieren al modelo de la Big Science de clara inspiración empresarial. Un ejemplo de esta política es el CONICET proyectando una inversión de cerca de 600 millones de pesos en construcciones dirigida a la concentración de recursos en los pooles de ciencia a la usanza de los países centrales. Esta lógica busca un cambio definitivo de sentido donde el conocimiento pasa definitivamente a través de reformas estructurales e institucionales a ser controlado por el capital global.
Es contradictorio que en este momento desde el “revisionismo histórico” se critique estudios historiográficos de investigadores del CONICET con un cientificismo universalista y neutralista opuesto al encuadre epistemológico impulsado por el flamante Instituto Manuel Dorrego, mientras por otro lado fortalece un cientificismo productivista fundamento del neoliberalismo que legitima el modelo neodesarrollista, extractivista y extranjerizante.

Es novedoso que el conflicto planteado no gire alrededor de “restricciones presupuestarias” sino como emergente de la política oficial de formación de recursos humanos diseñada para satisfacer las demandas de modelos transnacionales que requieren determinado tipo de profesionales doctorados. Se tendra en cuenta que el sector privado capaz de absorber saberes funciona como una “maquiladora” para tener ingenieros armando computadoras, y biólogos haciendo control de calidad en procesos productivos estandarizados?. Mano de obra gratis –pagada por el estado- para la demanda de la góndola global. Las “maquiladoras” condicionan planes curriculares y requerimientos tecnológicos (como lo hace Monsanto y Syngenta en la carreras de ciencias agropecuarias) para sostener planes de negocios diseñados en otras partes del planeta. Pero también para fortalecer el relato del “progreso” que ocluya el debate sobre el sentido de un modelo de desarrollo que profundiza la dependencia.
Es en el control de la organización disciplinar y de la formación de los profesionales que vemos es un objetivo de legitimar la “sociedad del conocimiento para el mercado”. Los ejemplos  del INDEC, del INTI, los mecanismos institucionales de ingreso a la actividad académica y la interpretación de la ley antiterrorista están cada vez mas ligados a la necesidad de impulsar silencios por cooptación o por miedo en los trabajadores del conocimiento. Silencio necesario para esta suerte de centralismo “democrático” que aspira recorrer el camino del modelo de país, sin un debate que desafíe su lógica. Sutiles formas de criminalización de la disidencia que se impone acallar las voces alternativas que cuestionen el papel del conocimiento de un “progreso” tecnológico que profundiza y refuerza un modelo neocolonial.
Es una etapa del capitalismo que necesita instituciones productoras de conocimiento endogámicas, con discurso único, indefensas, carentes de sentido critico, obsecuentes en la celebración del discurso oficial y dispuestas a satisfacer al poder de turno y a las lógicas de la globalización hegemónica. Que mejor y más fácil que comenzar con el CONICET.


ANDRES E CARRASCO
Investigador Principal CONICET. Profesor UBA
Ex Presidente del CONICET



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